Se picaba muy menuda y se dejaba en adobo durante un par de días, en los que se le daba vueltas de vez en cuando para que cogiera bien todo el sabor y se hacía la "prueba"; esto es, se tomaban un par de cucharadas de la mezcla y se freían en un poco de manteca de cerdo bien caliente, para ver como andaba de sal, de color, de picante, etc. Se rectificaba, se revolvía otra vez la mezcla y al día siguiente se embutía en la tripa del cerdo dando lugar a los chorizos.
Sobre ésta se hacia una cruz para protejerla del "mal de ojo" y en el medio se colocaba un diente de ajo entero.
Pues a raíz de este proceso totalmente casero, no tan frecuente en la actualidad, parte de la carne ha pasado a cortarse en trozos más grandes para luego adobarla de la misma manera, cocinarla y servirla con unas patatas fritas o como bocadillo. Ya que no puedo elaborar chorizos caseros, tarea por otro lado, en la que me gustaría enfrascarme y de la que solo tengo vagos recuerdos de mi infancia, os dejo la receta de una zorza sobre patata confitada, que quizás no sea la más ortodoxa, pero resulta deliciosa y la carne queda en su punto justo de sabor.
Y antes de dejaros la receta, no me resisto a dejaros esta "perla" del cancionero popular:
1 kgr de lomo de cerdo
150 gr de pimentón dulce
2-3 cucharadas de pimentón picante
1 cucharada de orégano
2 dientes de ajo
Aceite de oliva
1 vaso de vino blanco
4-5 patatas para la guarnición
Perejil
Sal
Preparación del adobo
El día de vísperas, debemos preparar la zorza de la siguiente manera: partimos el lomo en trozos medianos y los ponemos en un recipiente hondo.
Terminamos por regar el conjunto con un chorrito de aceite de oliva y otro de vino blanco. Removemos muy bien para que se mezcle todo y dejamos en la nevera hasta el día siguiente.
A la hora de preparar la receta, doramos la carne en una sartén con un poco de aceite de oliva y a fuego fuerte, para que se dore por fuera y quede jugosa en el interior. Ya tenemos la carne lista.
Pelamos las patatas y las cortamos en láminas gruesas de aproximadamente 1 cm. Las colocamos en una sartén con un chorrito de aceite de oliva y sal. Las confitamos a fuego muy lento y cuando estén doradas le añadimos también un chorrito de vino blanco, dejando que éste se consuma.
Servimos la carne sobre una lámina de patata confitada y una buena hogaza de pan rústico y para regar el conjunto, nada mejor que un buen vino tinto y una buena chimenea para saborearla en toda su plenitud.
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